Librerías y videojuegos

Cultura

Librerías y videojuegos

Los libros están siendo sustituidos de manera alarmante por artilugios fruto de las nuevas tecnologías puestas al servicio del entretenimiento. En los últimos meses han cerrado en España más de mil librerías y son muchas las que sobreviven con el agua al cuello. No corren buenos tiempos para la Cultura en cualquiera de sus manifestaciones. La industria del cine, que tiene más práctica de reivindicar y llorar que otras, se queja del IVA insostenible que graba y lastra su actividad. Pero no es la única manifestación cultural o artística que atraviesa por momentos más que difíciles.

También la música, las artes plásticas y escénicas o la Literatura están pagando las restricciones de la crisis tal y como si hubiesen tenido alguna culpa en los desafueros financieros y políticos que la generaron. La Prensa tampoco es una excepción. El número de kioscos clásicos donde se vendían los periódicos y revistas en las calles y plazas céntricas también ha disminuido. No tengo cifras pero me consta que son muchos centenares los que han cerrado.

Es pavorosa la insensibilidad tanto del Poder como de la Oposición por este problema social. El daño que se está causando a la gente, dificultándole su acceso a la cultura y la información es enorme. No sé si las futuras generaciones van a salir mejor preparadas para discutir los problemas macroeconómicos que encuentren. Pero desde luego si van a estar mucho peor preparados intelectualmente para vivir el día a día con un desarrollo pleno de sus facultades.

La crisis, desde luego, y la deriva de la actividad pública, limitada sólo a cifras y gráficos representativos, está predisponiendo a la sociedad futura a imitar a la robótica en sus comportamientos. Los libros, siempre tan indispensables para el desarrollo humano, están siendo sustituidos de manera alarmante por artilugios fruto de las nuevas tecnologías puestas al servicio del entretenimiento. Los niños prefieren las tablets y sus jueguecitos tontos a leer.

Los libros, los periódicos y las revistas no pueden con la nueva competencia de la electrónica puesta al servicio del negocio y la distracción. Las librerías y los kioscos cierran agobiados a menudo por las cargas fiscales que se han multiplicado, pero sus sedes no se quedan vacías. En su lugar las ciudades se están llenando de salones de videojuegos que se exhiben al público para tentación perniciosa de los viandantes y de manera especial de los más jóvenes, niños incluidos.

No es de extrañar por lo tanto esa imagen patética de ciudadanos aferrados a las máquinas tragaperras que hay en muchos bares dejándose a menudo el dinero que necesitarán para otras cosas. La seguridad bien demostrada que en ese tipo de juegos no se recupera nunca la inversión no frena la inercia de la ludopatía, un vicio que lejos de disuadirse, se incentiva de muy diferentes maneras.

Basta observar lo que ocurre con los juegos de azar. España debe de ser uno de los países con más loterías. La lista se ha hecho ya interminable. En las oficinas donde se juega suele haber colas. El Estado que debería ser el que ponga freno a este despropósito es el primero en estimularlo porque para algo tiene ahí una de sus fuentes de ingresos más importantes. ¿No sería mejor crear un sistema fiscal serio y no dejar la recaudación al albur de los que especulan con su suerte?

Pero por si fuese poco, hasta el deporte, que es la actividad que más debe contribuir, junto con la Cultura, al desarrollo humano se está prostituyendo con las apuestas que protagonizan bastantes competiciones. En España cierran librerías y periódicos a millares pero a cambio surgen como hongos en primavera las tentaciones para jugar. El país ya es un gran casino, una ruleta gigantesca.

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