‘Amor Supremo’, un disco de Carla Morrison

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‘Amor Supremo’, un disco de Carla Morrison

Portada del disco de Carla Morrison

La artista mexicana recolecta elogios en los medios estadounidenses tras la publicación de su nuevo álbum. Empezaré con el reconocimiento de un error de bulto. A pesar de mi interés por la música latina y los nuevos sonidos que llegan del subcontinente, quizá no le hubiera prestado demasiado atención a este nuevo disco de Carla Morrison, titulado ‘Amor Supremo’, del que nos ocupamos hoy, si no hubiera estado precedido por la encendida recomendación de Picthfork, la biblia estadounidense que dicta, hoy por hoy, las modas y tendencias de la música moderna.

El problema es que la música de esta artista mexicana siempre me pareció interesante, pero nunca acabó de llegarme del todo. Tal vez porque me costaba identificarme con su forma de enfrentarse a los golpes, pocos todavía, que le ha propinado la vida. O porque soy demasiado pudoroso para enfrentarme sin atenuantes con una dosis descomunal de romanticismo a flor de piel.

Pero, como buen habitante de la provincia, el éxito en Gringolandia de ‘una de las nuestras’, que además canta en castellano, me hizo replantearme mis antiguas impresiones y acercarme decidido a escuchar el nuevo trabajo de Carla, cuya voz, por otra parte, siempre me ha gustado mucho. Lo mismo que su personal manera de cantar.

Lo cierto es que no me he arrepentido de hacerlo. No diré, y eso que me gustaría, que este álbum me haya convertido definitivamente en un rendido admirador de Morrison. Pero estoy mucho más cerca que antes de enrolarme en el club de fans de esta artista notable y considero que la evolución que ha seguido hasta ahora es muy prometedora y que la excelencia ya esta cerca.

Me han convencido los ambientes musicales que ha conseguido crear en el álbum, con la ayuda, según parece, de los productores Jandro y Demian Jiménez. Esa forma suave y acariciadora con que los fondos electrónicos recrean una suerte de espacio intemporal, perezoso y melancólico, en el que parecen transcurrir estas canciones llenas de historias de amor y desamor.

Hay, claramente, una suerte de conexión entre estos trece temas, que se extienden a lo largo de una hora y dos minutos entrelazados por unos arreglos homogéneos y espectacularmente bien hechos, en los que cualquier oyente puede sumergirse, dejar pasar el tiempo y olvidarse de la realidad cotidiana.

El álbum contiene, además, un par de temazos de esos que hacen, o deberían, hacer historia. Registro bastante por encima de la media, por cierto. Primero, mi favorito ‘Ya No Vuelvo Jamás’ que, ¡maldita sea!, también es el preferido de los críticos de Pitchfork y después ‘Tu Atacas’, un trallazo pop a medio tiempo que empieza con suavidad y te consigue envolver en una nube de puro terciopelo a la altura de su estribillo, tan remolón como encantador.

Algunas de las críticas, siempre favorables, que han aparecido estos días en la prensa estadounidense insisten en establecer comparaciones entre el sonido de este disco y los últimos trabajos de Lana del Rey, esa artista permanentemente bajo sospecha que, sin embargo, parece haber sido capaz de conservar el fervor de los críticos modernos.

Y sí. Es probable que haya alguna que otra coincidencia fruto de la contemporaneidad y las similitudes estilísticas. Puntos de encuentro formales. Pero nuestra Carla, a pesar de todas las reservas que los tipos de cierta edad como yo mismo podamos tener, es mucho más carnal y apasionada que la artista yanqui. Por mucho que tanta pasión desbordada, como he dicho antes, tenga un cierto componente de ingenuidad sentimental.

En una de sus entrevistas más recientes Morrison aseguraba ser muy feliz en este momento y, a la vez, estar viviendo esa etapa del amor en la que se vive la intensa negociación habitual en la primera fase de las relaciones. Una circunstancia personal que ligó con el mensaje des los textos de alguna de las composiciones del disco.

Lo cierto es que incluso si estas afirmaciones no fueran ciertas, no importaría demasiado. Carla consigue sin problemas que en todos y cada uno de estos trece temas, uno tenga la impresión de que ella está compartiendo sus secretos más íntimos con cada uno de nosotros y de provocar ternura y como poco, un cierto deseo de acercarse a ella para decirle que esté tranquila que tampoco será para tanto.

Morrison consigue, por lo menos en mi caso, que uno termine poniéndose de su lado y se identifique con ella. Nos gustaría que todo le fuera bien y que ese amante esquivo e inconstante al que Carla parece dedicar la mayoría de los temas se dedicara a hacer feliz de una vez a la muchacha.

Y ese es quizá el principal problema que yo he encontrado en este disco. El hecho de que las letras, probablemente demasiado ‘juveniles’ para mi gusto, me hacen en ocasiones perder el interés por la narración. Pero, obviamente, es un problema personal y una opinión que no comparte ni mucho menos la legión de seguidores que abarrota los conciertos de esta artista y corea con fervor los textos de estas canciones.

En cualquier caso, como siempre, lo mejor será que ustedes mismos decidan. No van a perder el tiempo, si no más bien todo lo contrario, si deciden escuchar este álbum. Y quizá empiecen a encontrar motivos para estar al tanto de la nueva música que se produce ahora mismo en Latinoamérica, en general, y México en particular. Dos minas con muchísimo oro que ofrecer. Por lo menos, según mi punto de vista.

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