‘The Epic’, un disco de Kamasi Washington

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‘The Epic’, un disco de Kamasi Washington

The Epic

El saxofonista más intrépido del jazz moderno pone las bases del futuro del género. Seré sincero. Mucho antes de escuchar por primera vez este disco, su autor, el saxofonista de Los Angeles Kamasi Washington ya me tenía ganado para su causa. Sólo con saber que en los tiempos que corren, un músico de jazz se atrevía a lanzar al mercado un álbum triple, fue suficiente para que me interesara su propuesta sonora antes de tener ni la menor referencia sobre ella.

Tanta osadía es absolutamente inusual en este siglo XXI en el que todo se reduce, simplifica, comprime y etiqueta. En el que casi nadie dice tener tiempo para escuchar música, ni para sumergirse sin prisas en cualquier tarea que requiera un mínimo de concentración.

O sea que toca aplaudir y celebrar que quede gente capaz de hacer cosas así.Y no hablamos sólo del atrevimiento del músico en cuestión, también hay que aplaudir, el demostrado por los responsables de Brainfeeder, el sello que ha corrido el riesgo de poner en el mercado este artefacto explosivo titulado ‘The Epic’ del que nos ocupamos hoy.

Claro que, como hemos sabido después había mucha complicidad entre Kamasi y el ‘jefe’ de su discográfica, que no es otro que Flying Lotusel ‘rapero’ y músico vanguardista, también californiano, a quien Kamasi ha prestado su sapiencia musical y su saxofón en multitud de ocasiones.

Así que quizá, como han dicho algunos críticos especializados, tal vez pudieran establecerse algunos paralelismos entre Washington y el gran Quincy Jones. Salvando, algunas distancias claro.

Igual que Jones fue capaz de poner su sapiencia musical al servicio de una estrella del pop del momento como Michael Jackson a quien ayudó a perpetrar obras tan intemporales como el mismísimo ‘Thriller’, Kamasi también se ha metido en harina en muchas ocasiones y sus arreglos han sido indispensables para que los discos de Flying Lotus suenen como suenan.

Y algunos otros más. Como, por ejemplo, el muy celebrado ‘To Pimp A Butterfly’ de Kendrick Lamar, uno de los mejores álbumes publicados en EEUU, en lo que va de año, del que hablaremos por aquí próximamente.

Con estos antecedentes, quizá no sea tan extraño que este trabajo despertara nuestra simpatía y nuestra predisposición favorable hacia él sin necesidad de conocer ni una sola nota de su contenido. Realmente era bastante difícil que nos decepcionara y, por supuesto, no lo ha hecho.

Y eso que no estamos, ni de lejos, ante uno de esos trabajos que cambian el curso de la música, como pudieron ser otros discos de jazz grabados hace muchos años, pero recuperados por la afición en épocas recientes como el ‘Kind Of Blue’ de Miles Davis o el ‘A Love Supreme’ de John Coltrane.

Pero hay que tener una gran convicción y estar muy seguro de uno mismo para exigir a sus oyentes potenciales un esfuerzo tan descomunal como el necesario para zamparse, aunque sea por capítulos, una obra que se extiende a lo largo de dos horas y 53 minutos de música repartidas en sólo 17 canciones.

Las sorpresas iniciales se convierten en gozosa perplejidad en cuanto empieza a sonar ‘Change Of The Guard‘, el primer tema del disco y, curiosamente mi favorito por el. Sí señor, esto es jazz. Por si alguien lo dudaba. Pero jazz-jazz. Ese estilo que a lo largo de los años han tocado grandes hombres como los antes mencionados Davis y Coltrane u otros que también se nos vienen a la cabeza como Thelonius Monk. Mc Coy Tyner o Coleman Hawkins.

Cierto que las técnicas de grabación son contemporáneas y que la alineación de esta especie de ‘big band’ que secunda a Kamasi en la aventura, y que incluye un par de baterías y un par de bajista no es la acostumbrada. Ni tampoco que se utilicen los servicios de una orquesta de 32 músicos y un coro de 20 personas en una grabación moderna.

Estas son, desde luego, unas cuantas características peculiares que otorgan personalidad y un inevitable halo de modernidad, quizá necesario, a esta obra monumental que, sin embargo, tienes sus raíces enterradas en la revolución jazzística que tuvo lugar en el Siglo XX, un referente que funciona aquí como punto de partida.

Ese es el comienzo de un viaje que merece la pena realizar. Washington no ha descubierto la rueda ni ha fabricado el coche que conduce, pero sabe llevarlo, sacarle partido y aprovechar todas las prestaciones disponibles. Así que los aficionados van a disfrutar lo suyo. O eso es lo que me ha pasado a mí.

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