‘Negociador’, una película de Borja Cobeaga

La butaca

‘Negociador’, una película de Borja Cobeaga

Negociador

Desde el respeto y la sutileza, el director de ‘Pagafantas’ y coguionista de ‘Ocho apellidos vascos’ relata en tono de comedia lo que pudo ocurrir (o no) durante las conversaciones que mantuvieron el Gobierno socialista y ETA en 2005. El director de ‘Pagafantas’ y ‘No controles’ y coguionista del exitazo ‘Ocho apellidos vascos’, Borja Cobeaga, expone en su último trabajo, ‘Negociador’, una visión libre de lo que pudo haber pasado durante las conversaciones que mantuvieron el Gobierno socialista y ETA en 2005. Podría parecer que el cineasta ha optado por abandonar la comedia y adentrarse de lleno en el drama. Pero no, continúa con el humor, aunque presentado de forma diferente. Más pausado, más sutil, más serio.

Cobeaga conserva además el patetismo de los personajes principales de sus dos películas anteriores. Si en esas cintas la ingenuidad y los episodios vergonzosos tenían que ver con cuestiones del corazón, en esta ocasión lo que busca el protagonista es un atisbo de simpatía por parte de una persona con ideas contrarias, con la que está obligado a entenderse.

El pringado es Manu Aranguren (Ramón Barea), un político vasco que ejerce de interlocutor del Gobierno central en los encuentros con la banda terrorista, trasunto del presidente del PSE Jesús Eguiguren. Debe ponerse de acuerdo con Jokin (Josean Bengoetxea), el Josu Ternera de la interpretación que Cobeaga hace de los acontecimientos, y posteriormente con Patxi (Carlos Areces).

¿Negociación o diálogo? ¿Conflicto o violencia? ¿Euskadi o Euskal Herría? La terminología es uno de los primeros escollos, aunque más que a la mesa de reuniones, la película dirige el foco a los encuentros en los pasillos o en el desayuno. El acercamiento no avanza en las conversaciones con mediador y traductor, sino que llega con las cervezas del ‘minibar’.

‘Negociador’ se centra, por tanto, en los detalles externos, en situaciones más o menos cotidianas que rozan el absurdo. Y es que, la gracia de la cinta no se basa en chistes. Está marcada por el patetismo, por el carácter paródico de la extraordinaria circunstancia que acontece. Por ejemplo, ¿en este tipo de reuniones se descansa los domingos? ¿Tienen que pagar de su bolsillo esas ‘birras’ que se han tomado en la habitación?

No es tan descabellada la propuesta de orientar la historia en lo que ocurría fuera de la sala. En el documental ‘Memorias de un conspirador’, el propio Eguiguren hablaba sobre sus conversaciones más cotidianas con Ternera.

De esta forma, Cobeaga quiere tratar un tema delicado sin posicionarse, sin ofender a nadie, aunque reflejando un profundo conocimiento del tema. La clave está en la sutileza, una cualidad de la película también en el aspecto formal.

La sencillez y la delicadeza dominan en el terreno visual y en la narración, en especial en la primera escena y en la última, muy similares. Un filete, unas patatas fritas y unos compañeros del colegio. Y una lágrima que lo resume todo.

Este detallismo de Cobega requiere unas interpretaciones brillantes. Tanto Ramón Barea como Josean Bengoetxea y Carlos Areces están magníficos. El primero hace que empaticemos con él, el segundo logra una destacada contención y el tercero provoca miedo.

Sin embargo, pese a la corta duración de la cinta (unos 80 minutos), la película tiene momentos en los que pierde fuelle. El ritmo pausado y lo previsible de la trama en algunas ocasiones dan lugar a una cinta irregular.

‘Negociador’ es valiente y arriesgada. Acaba con un gran tabú desde el respeto, mediante un humor sutil y unas formas elegantes. Pero no está formada por ‘sketches’ constantes como ‘Ocho apellidos vascos’ o ‘Pagafantas’.

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