‘Gipsy Evolution’, un disco de Lin Cortés

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‘Gipsy Evolution’, un disco de Lin Cortés

Gipsy Evolution

El artista andaluz Lin Cortés ha grabado un disco excelente que combina con éxito, flamenco, funky y pasión rumbera. Para Que Nada Nos Separe by Lin Cortés on Grooveshark

Hace ya bastante tiempo que la calidad y el duende de la música revolucionaria de Lin Cortés era un secreto a voces entre los buenos aficionados a la fusión flamenca. Un estilo que, por si ustedes no lo saben ya, tiene que ver muy poco con el ‘flamenkito de chill out’, que se puso de moda en la década de los noventa y aún colea.

Algo malo hicimos en aquellos años para que se nos haya impuesto una penitencia tan severa. Pero ya digo que lo de Lin Cortés es, afortunadamente, otra cosa. Y su disco de debut ’Gipsy Evolution, del que vamos a ocuparnos hoy, no deja ninguna duda.

De hecho, Cortés tampoco es exactamente un desconocido completo del gran público, aunque él no parece del todo satisfecho con los motivos que le concedieron una popularidad que no parecía querer y que dejo pasar sin intentar siquiera hacer caja con ella, aunque hubiera sido legítimo.

El artista, cordobés de adopción aunque nacido en Andújar, tuvo una presencia fugaz pero intensa en la prensa del corazón a raíz de la relación que mantuvo hace tres años con la diseñadora Vicky Martín Berrocal, una figura habitual de este tipo de publicaciones de entretenimiento.

Cuentan las crónicas que la pareja duro seis meses. Un tiempo en el que Cortés siguió a los suyo. Al fin y al cabo, su vida laboral se desarrolla prioritariamente en un mundo muy distinto. Guitarrista hábil, cantante solvente y compositor original, Cortés ha hecho los deberes como músico de acompañamiento de artistas tan señalados como Raimundo Amador, Vicente Amigo o Jorge Pardo. Ahí es nada.

Y, además, proviene de una familia con pedigrí flamenco genuino. Es sobrino de Manuel Moreno Maya ‘El Pele’, aquel chavalín que fue capaz de conmover al gran Paco de Lucía de quien se afirma que es tan buen cantaor como cocinero de paellas, y hermano de otra estrella emergente Nani Cortés, cuyo primer disco, en el que Lin participa, puede dar también más de una sorpresa agradable a la afición.

Con estos antecedentes, no era demasiado probable que el estilo musical de Lin Cortés, tan puro como mestizo y con las canalizaciones tendidas hacia el ‘soul’, el ‘funky’ y otros ritmos contundentes, tuviera un fácil aterrizaje entre el público masivo, sobre todo por las dificultades que, probablemente, iba a encontrar para acometer el despegue. Pero todo se andará. Y si no al tiempo.

Es cierto, como ha escrito ya algún que otro crítico con buen ojo, que en cualquier otro país, un disco como ‘Gipsy Evolution’ habría sido jaleado por la crítica. Tanto la ‘moderna’ como la ‘clásica’ y casi por unanimidad. No sólo por lo que consigue. También por el coraje que demuestra un artista dispuesto a arriesgar hasta el límite para encontrar el sonido que busca.

Pero aquí estamos en lo que estamos. En una suerte de provincianismo ridículo que suele caracterizarse por el desprecio de lo propio. O lo que es lo mismo, el ninguneo de lo que no forma parte del catálogo aprobado por los líderes de opinión establecidos.

Aunque no hay reparos en admirar los alegatos raciales y la rabiosa negritud de millonarios estadounidenses comprometidos con los ritmos urbanos, como Jay Z, Kanye West, Prince o DÁngelo, nuestros expertos más ‘modernos’, con alguna honrosa excepción, huyen despavoridos cuando escuchan algo medianamente autóctono. En especial si contiene elementos de la tradición gitana.

Y, por supuesto, los puristas del flamenco, o los habituales de la Feria de Sevilla y otros festejos similares, también se comportan de forma parecida y aún exigen con urgencia que alguien les traiga unos tapones en los oídos, cuando escuchan algo parecido a una guitarra eléctrica pervirtiendo la pureza de su ‘música’.

Es peor de lo que parece, porque, en general, el problema es sólo de ellos, pero actúan como una verdadera barrera de intereses creados, casi imposible de derribar. Sin embargo, como demuestra el devastador éxito de fenómenos como ‘El Barrio’ o ‘Camela’, de difícil comprensión para algunos expertos, está música prende rápido en el público cuando se le permite oírla, bailarla y disfrutar de ella.

Y si las alternativas de calidad a esos éxitos populares no llegan a buen puerto es, precisamente, por este bloqueo del que hablaba antes que, a veces, raya en la ceguera. Porque hubo un tiempo, ya demasiado lejano, en que artistas como Dolores Vargas ‘La Terremoto’, con su ‘Achilipú’, reinaban en las pistas de baile y en el que las producciones de José Luis de Carlos, como el ‘Te Estoy Amando Locamente de Las Grecas, dominaban las listas.

Sin contar con el prestigio de que gozaron los trabajos de Ricardo Pachón, aquella ‘Leyenda del Tiempo de Camaron’ o el primer disco de Veneno, o aquel ‘Sonido Cañorroto, inventado por los Chorbos del primer Manzanita, que mezclaba con acierto el pulso de la rumba con el estilo de las grabaciones setenteras de la Tamla Motown.

Y es precisamente por estas bellas carreteras abandonadas por las que Lin Cortés ha decidido realizar su viaje hacia el futuro. Aquí, hay de todo y todo bien combinado para que nada ‘repita’ en la digestión posterior. Para empezar, el artista cuenta con una nómina de colaboradores de lujo que, no están aquí, simplemente para figurar y darle brillo al guiso.

Ahí está su tío, impresionante de voz en ‘El Alma’, un temazo sobrecogedor que es mi favorito del disco por el momento, en el que el dramatismo que imprime la voz flamenca se proyecta con desgarrado dolor sobre una guitarra de cuerdas de nylon que teje su telaraña de arpegios en un territorio fronterizo entre el flamenco y el blues, obra, por supuesto, del inimitable Raimundo Amador.

Sólo por haber compuesto un tema así, capaz de dar cobijo a todas estas sensibilidades, Lin Cortés, podría pasar a la historia. Pero, por supuesto, hay más. Una maravilla perturbadora y vampírica denominada ‘Angel Negro’, con alusión a los genitales femeninos incluida, por la que desfilan las voces de Estrella Morente, Alba Molina y La Negra. O una delicia en la que se escuchan los ecos del rock andaluz primigenio de los mismísimos Triana, con cita de Pablo Neruda incluida que se llama ’Para Que Nada Nos Separe’.

Y eso son sólo tres ejemplos de las maravillas que pueden descubrirse en estos diez tesoros musicales que aseguran 47 minutos de música intensa y muchas horas de buena compañía. Y no les digo más porque no conviene destriparlo todo. Mejor dejarles a ustedes espacio suficiente para que saquen sus propias conclusiones. Y, además, hacerles un ruego: no dejen que algo tan bueno pase desapercibido. Sería un auténtico desperdicio.

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