‘This Is My Hand’, un disco de My Brightest Diamond

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‘This Is My Hand’, un disco de My Brightest Diamond

This Is My Hand, un disco de My Brightest Diamond

En su cuarto disco, la cantante de Detroit Shara Worden acerca a todos los públicos sus propuestas musicales vanguardistas. This Is My Hand by My Brightest Diamond on Grooveshark

La cantante que se oculta bajo el seudónimo ‘My Brightest Diamond’, Shara Worden, podría ser un trasunto, modernizado y minimalista, de aquella chica vanguardista y tímida, llamada Kate Bush, que, a pesar de su extraña música, aparentemente no apta para todos los paladares, consiguió ser una estrella en los ochenta y vender millones de discos.

Como Kate, Shara tiene una voz peculiar, bien entrenada para el canto lírico, que utiliza de un modo muy libre y personal. Y, en cierto modo, el camino que ha recorrido a lo largo de sus cuatro álbumes le ha servido para simplificar su estilo y hacerlo más efectivo, eliminado algunas aristas y reduciendo la carga experimental, a veces excesiva con la que funcionaba en sus inicios.

La evolución ha llegado hasta tal punto que, en este ‘This is my Hand’ del que nos ocupamos hoy, hay un buen puñado de buenas melodías, unos ritmos, tribales o no, que rozan lo bailable y hasta algún aroma del viejo ‘music-hall’, o de los musicales sinfónicos de Stephen Sondheim, aunque pasada previamente por la máquina de hacer ‘esferificaciones’ de una cocinera moderna al estilo de Julia Holter o similar.

Ya saben de que se trata. Hablo de esos ambientes teatrales y profundos que se crean por medio de triquiñuelas orquestales evanescentes. Momentos, a veces mágicos, llenos de sugerencias hasta en el más pequeño detalle sonoro que se desliza en los arreglos. Esos trajes a medida que también le sientan a muchos proyectos de la última hornada.

Así que la diva se ha vuelto terrenal. Gracias, según ha dicho en alguna entrevista, a los múltiples momento de creación compartida de que ha disfrutado en los últimos años. Pues bienvenida sea al mundo de los vivos, oiga. Por aquí algunos echábamos de menos un álbum como este, que nos animara a mantenernos atentos con las gotas justas de pop refrescante y alguna que otra línea de bajo de corte funky para darle consistencia al guiso.

Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que muchos pinchadiscos de los garitos juveniles vayan a animarse a incluirlo en su ‘setlit’. Pero sí que estamos ante el trabajo más asequible de una artista no siempre fácil de digerir pero siempre inquietante y digna de un buen par de escuchas atentas.

¿Podría, entonces My Brightest Diamond optar al estrellato gracias a este disco? Si Bjork lo consiguió quizá Shara también lo logre. Aunque no se si es eso lo que pretende. Pero, en mi opinión, méritos no le faltarían, tras haber grabado un álbum tan completo como este.

Ya, desde el inicio, esos fabuloso cocktail de redobles de caja, cortesía de The Detroit Party Marching Band, que abren ‘Pressure’, la cosa promete. Hay que oírlo para creerlo de tan inesperado como resulta. La melodía engancha e incluso es fácil de tararear.

Esta es una canción que invita rápidamente a mover el pie y en la que el componente rítmico domina un arreglo que envuelve una canción redonda. Convencional incluso. Siempre que entendamos como lo más normal del mundo, el tipo de canciones quedonas, de una St. Vincent, por ejemplo.

Aunque quizá la combinación perfecta entre sus inquietudes operísticas, el poso orquestal de su música y el extraordinario uso de las dinámicas y la paleta de colores de una instrumentación completa esté en ‘This is my Hand’, la canción que da título al disco.

Una verdadera joya. Y, desde ya lo digo, una aspirante con muchas posibilidades de éxito a hacerse con el trono de ‘mejor canción del año’. Con el permiso de alguna otra, por supuesto. Porque como ya he dicho alguna vez, en contra de algunas opiniones pesimistas, creo que estamos ante una de las mejores cosechas de las últimas décadas.

Lo cierto es que el tema es tan brillante que desluce un tanto al resto de los temas, aunque sean tan hermosos como ‘Lover Killer’, que se beneficia de un excelente trabajo de la sección de viento, o ‘So Easy’, una suerte de balada etérea marca de la casa, que, sin duda, será del gusto de los fans más antiguos de esta cantante y compositora.

Hacia el final la cosa decae un poco. Hay alguna que otra reiteración y ciertas querencias por las texturas extrañas y sorprendentes que bajan un poco el promedio del conjunto, porque no resultan tan ‘frescas’ como el resto. Tal vez nos encontremos aquí un rastro de esa estilo pretencioso que exhiben los vanguardistas más vanos.

Pero, como ya hemos dicho, no es esa la tónica general de este disco. Al contrario. Este es un disco de canciones. De buenas canciones. Y, con un poquito de cuidado y la astucia necesaria, hasta se le puede regalar a la cuñada amante de la música ‘disco’ de los setenta. ¿O acaso no eran una locura aquellos sintetizadores analógicos que usó Giorgio Moroder para llevar al estrellato a Donna Summer. Pues eso.

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