Iñigo Errejón rescata el espíritu fundacional de Podemos

Detrás de la cortina

Iñigo Errejón rescata el espíritu fundacional de Podemos

Rafael Alba

Los partidarios del número dos del partido evitan en una ajustada votación la deriva autoritaria que impulsaba Pablo Iglesias. Todo un espectáculo mediático enternecedor. El resbalón de Pablo Iglesias en las votaciones previas a Vista Alegre 2, el segundo gran cónclave nacional de Podemos, previsto para el mes de febrero de 2017, ha sido saludado con fuegos artificiales festivos. Ya conocen la retórica habitual que, por cierto, sirve para todo: al final, resulta que el famoso nuevo partido es un partido muy antiguo, que ha envejecido en tiempo récord y demás variantes que, también pueden incluir la gotas tradicionales de Venezuela, independentismo y anticarmenismo, que siempre aportan algo de sabor al cóctel.
 
Además, Iglesias ni siquiera es un líder sólido porque tiene en contra a más de la mitad del partido y los ‘suyos’ estarían en minoría si se produjera una eventual alianza entre los anticapitalistas de Miguel Urban y el cohesionado grupo que se ha reunido para avalar la continuidad de las tesis de Iñigo Errejón.
 
Este argumentario que forma parte del mismo ‘pack’ que ese otro en el que se señala que Podemos se ha quedado fuera de la vida política al verse marginado por el buen ‘entendimiento’ que ahora existe entre PP y PSOE, debido sobre todo a la sagacidad de los socialistas para aprovecharse del momento de debilidad de Mariano Rajoy y conseguir que el presidente del Gobierno realice concesiones sustanciales en las negociaciones que desarrolla con el ‘primer partido de la oposición’, que sirven para mejorar la vida de todos los españoles y demuestran que en política los que valen son aquellos proyectos que han sido útiles para los votantes y no aquellos que les conducen únicamente hacia el callejón sin salida de la propuesta.
 
Se engañan, claro, y lo saben quienes esgrimen esta retórica evanescente para atacar a los ‘podemitas’. Para empezar sin el nacimiento y la irresistible y vertiginosa ascensión del partido morado nada de lo que está pasando en este momento, lo bueno, lo malo y lo regular, habría llegado a ocurrir, porque ni el PSOE ni el PP tenían estas cuestiones en sus agendas ni jamás las tuvieron.
 
Más bien al contrario, las dos patas del tenderete ‘bipartidista’ que sigue desmoronándose a ojos vista, han tenido que recurrir a un maquillaje de urgencia para ‘podemizar’ un poco su aspecto y, además la división es la característica que mejor define a este par de grupos a los que sólo mantiene pegados, y mal, la argamasa de los intereses creados, como han demostrado esta semana tanto la espantada de José María Aznar como las maniobras de algunos barones y la vieja guardia socialista para entronizar sin primarias previas a la presidenta andaluza Susana Díaz y convertirla en secretaria general por aclamación.
 
Y no nos deberíamos olvidar de la deriva hacia el vacío político total de Ciudadanos, ese ‘Podemos de derechas’ que encabeza Albert Rivera, cuya utilidad real empieza a ser más que dudosa para quienes contribuyeron a construirlo y que sólo parece tener una aspiración en los últimos tiempos, colocarse a codazos en las fotos que se hacen los negociadores del PP y el PSOE, aunque para conseguirlo tengan que pagar un precio tan alto como contribuir a mantener en su cargo al impresentable alcalde de Alcorcón David Pérez, a quien habían amenazado con retirar su apoyo y a quien ahora han entregado una buena botella de oxigeno tras negarse a firmar la moción de censura que defiende toda la oposición.
 
Pero sí que hay algunas reflexiones posibles que hacer tras conocer el ajustadísimo resultado que se ha producido en esa votación para definir el marco regulatorio de la próxima Asamblea Ciudadana de Podemos, un proceso abierto en el que han participado unas 100.000 personas. Y lo que, en mi opinión, demuestra con claridad de nuevo la consulta es que el partido morado se parece bastante poco a sus competidores.
 
Mientras, en el PSOE un grupo que sólo representa a la mitad de los militantes del partido, tirando por lo alto, mantiene secuestrada la voluntad de los militantes interpretando los estatutos de manera interesada y retrasando deliberadamente la celebración del congreso pendiente, en el bando ‘podemita’, no es posible realizar ese tipo de secuestros de la voluntad popular. Porque los simpatizantes y votantes de este partido sí parecen tener claros sus orígenes, su deuda con el movimiento 15M y su derecho a que la voluntad del líder que desean tener al frente de las operaciones no sea la ‘palabra de dios’.
 
Ahora a Pablo Iglesias le tocará sentarse a hablar con el amigo-enemigo y forjar una candidatura conjunta en la que se incorporen las ideas de esa mitad de su partido que le quiere como secretario general pero que no esta de acuerdo con sus ‘tics’ leninistas, ni con los panegíricos ciegos que lanzan a las redes para regalarle las orejas, esa corte de los milagros de todos conocida que le rodea.
 
Y, por supuesto, tampoco puede prescindir de lo que tengan que decir los Anticapitalistas, los representantes de Izquierda Anticapitalista, ese viejo partido seminal que tuvo que disolverse en teoría para facilitar la formación de un Podemos sin corrientes, pero cuyos antiguos militantes, como se ha visto con claridad en estos días, se mantienen unidos, organizados y pueden decidir con su apoyo hacia donde se inclina una balanza que, como ha pasado en Madrid, puede permitir que se mantenga al frente del grupo parlamentario el díscolo miembro de una candidatura que perdió la batalla por el control regional del partido y a quien los ganadores querían fulminar.
 
Sí, amigos. Todavía, Podemos es un partido distinto a los otros. Aunque no sabemos por cuánto tiempo. Ni tampoco queremos decir con la constatación de este hecho objetivo que, después, sus responsables consigan convertir estas características en un programa político concreto y aplicable.
 
Y puede que el futuro ni siquiera le tenga reservado un sitio de honor a este movimiento cívico que le ha cambiado la cara por completo a la política española. Como no se lo tuvo a la UCD de Adolfo Suárez aunque cargó sobre sus hombros con el verdadero peso y el verdadero coste de la transición.
 
Pero una cosa es segura. Lo que tiene que venir y vendrá, se va a parecer más siempre en todos los casos, y para todas las ideologías, al modelo ‘podemita’ que al rancio viejo orden al que se aferran PP, PSOE y Ciudadanos que, además, se mantienen fracturados en todas sus líneas y no parecen ser capaces de encontrar alternativa reales al viejo modelo del líder carismático.
 
Lo mismo les toca volver a copiar a Podemos. Más que nada porque los morados no van a tener otro remedio que encontrar una solución a su dilema, porque ese es el camino que les ha señalado una militancia que no quiere prescindir de Iglesias, pero tampoco está dispuesta darle un cheque en blanco. Habrá que estar atentos a la jugada.
 
 

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