Los cabecillas del «procés» apuntan maneras

Cataluña

Los cabecillas del «procés» apuntan maneras

La independencia es solo una excusa, luego viene la segunda vuelta que realmente es la importante y a juzgar por la experiencia, traumatizante.

Parlamento de Cataluna

Lo que está ocurriendo en Cataluña no va sólo de un calentón pasajero de los forofos del independentismo, apresurados hacia el precipicio y contemplados con sorprendente pasividad por quienes acabarán cayendo en la trampa, en el hipotético caso de que los troskystas “cuperos” –o lo que sean que la verdad es que lo ignoro- triunfasen como ya han venido haciendo últimamente con sus exigencias. La fiebre independentista, que sorprendentemente acompañan ejerciendo de líderes muchos de los verdaderos enemigos los sobresaltos políticos, encierra algo más. La independencia es solo una excusa, luego viene la segunda vuelta que realmente es la importante y a juzgar por la experiencia, traumatizante.

A los iluminados de la CUP, que realmente son los que mandan e imponen los juegos de pista del circo político catalán, les da absolutamente igual que Cataluña sea independiente o que se convierta en una colonia de Venezuela o Corea del Norte. Lo que de verdad les interesa no es la independencia, es la revolución a que su ideología les impulsa desdeñando la conciencia de sus fracasos pasados y presentes. Cataluña podría ser, porque los sueños revolucionarios son libres, el punto de partida; un punto de partida como cualquier otro, igual que lo fueron en su momento Rusia, Cuba, China, etcétera. Ellos quieren liquidar el sistema que nos rige. Es todo.

Aunque la memoria es flaca, no hace falta estrujarse mucho la cabeza para recordar lo que ocurrió en todos estos países donde empezaron procesos de cambio bruscos y traicioneros en que siempre hubo una minoría que acabó aprovechándose y adueñándose del poder, imponiendo sus ideas y purgando sin contemplación, como acaba de hacer estos días Carles Puigdemont con quienes seguramente se estaban oliendo lo que les esperaba. Quizás Puigdemont, lo mismo que se predecesor Artur Mas, serían los primeros que cayeran en esta trampa que les están tendiendo.

Uno ya perdió el poder y la posibilidad de recuperarlo y el otro está abriendo el camino a su propia condena política. La independencia que se planea en Cataluña prescinde incluso de las formas más elementales de la democracia. Todo apunta a una dictadura encerrada en sí misma y a disposición de resentimientos acumulados A los que la imponen no les interesa; quieren un territorio independiente para ensayar y luego exportar su sistema o antisistema. La amenaza de salir de la UE o la OTAN no les preocupa: les encanta, es parte de lo que quieren.

La trampa está en marcha. Para verla más de cerca basta recordar lo que ocurrió en Portugal el 25 de Abril. Los demócratas, civiles y militares, salieron a la calle a celebrar lo que muy pronto les supondría a ellos el exilio –como a Spínola que acabó en Badajoz protegido por el franquismo- la purga política y la liquidación de sus propiedades. En otros casos nadie avisó de las intenciones ocultas, pero en Cataluña los promotores no se esconden, muestran maneras elocuentes e intentan acelerar el “proces” independista para convertirlo en revolucionario que es el que les motiva.

Ya han conseguido muchos avances, como liquidar a Convergencia y Unión y dejarlo en un residuo fantasmal, hacer caer en la trampa a militantes ingenuos de otros partidos, engrandecer a ERC que está subiendo muy alto desde donde la caída puede ser más dura si no espabilan a tiempo y ya han conseguido sacar de circulación a algunos de los que algunos llamarían tontos útiles –expresión que yo no uso porque tontos no son– como Mas, que se quedó sin Presidencia, o a Homs que perdió el escaño y… demás.

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