Vagabon define el rock del siglo XXI en ‘Infinite Worlds’

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Vagabon define el rock del siglo XXI en ‘Infinite Worlds’

Vagabon

La artista neoyorquina Laetitia Tamko debuta con un álbum poderoso que puede convertirse en clásico. ¿Creen que el rock and roll ha dejado de tener sentido? ¿Les parece que en un mundo tecnificado como el actual los sonidos guitarreros y las baterías contundentes se han quedado en simples vestigios del pasado? Amigos, lo cierto es que tan completamente equivocados, al menos en mi opinión. Una forma de pensar que quizá pueda ser también la suya después de escuchar a Vagabon.
 
Por lo menos, si Laetitia Tamko, el único componente fijo de esta banda unipersonal consigue mantener el listón a la altura en la que ha conseguido situarlo con este ‘Infinite Worlds’, su primer disco ‘grande’, del que vamos a ocuparnos hoy en esta columna. Un trabajo sorprendente, fresco, imaginativo y de gran calidad, que sirve para volver a dejar patente la importancia que vuelve a tener en la ciudad de Nueva York, en el universo de la música de vanguardia.
 
Laetia y, por tanto Vagabon, es ese tipo de artista de referencia que puede marcar un antés y un después. Y con sólo cuatro años de carrera a las espaldas ya se ha fraguado un inusitado prestigio entre la afición, formada por los jóvenes y los no tan jóvenes que gustan de catar los nuevos sabores emergentes en busca de sorpresas agradables que se salgan del socorrido, y aburrido, sota-caballo-y-rey que manda en el pop actual.
 

 
Esta joven artista que puede ser el banderín de enganche de toda una nueva generación de músicos rompedores, pertenece a ese grupo juvenil emergente de cantautores sin miedo al futuro que se ha instalado últimamente Brooklyn y al que también pertenecen otras luminarias juveniles como la maravillosa Frankie Cosmos, nombre artístico de la gran Greta Kline.
 
Vagabond es, en cierto modo, la contrapartida de Frankie Cosmos. Kline es, más que ninguna otra cosa, una letrista superlativa con buena intuición melódica y recursos suficientes para estremecer a quien decida entrar en su mundo. Tamko, por el contrario, es, sobre todo, una arreglista extraordinaria. Alguien que maneja elementos que parecen dispares y muy alejados entre si para conseguir climas inéditos, pero muy atractivos y muy absorbentes.
 
Ambas saben hacer canciones, por cierto. Y están perfectamente conectadas con los nuevos aires artísticos que soplan en el mundo del pop y que ellas han contribuido a generar. Están, y siempre estarán, los macroespectáculos para todos los públicos como el que ofrece Beyonce, o el rock de estadio de U2, Coldplay y compañía, pero también empiezan a llamar la atención otras propuestas, menos mastodónticas y bastante más originales, en mi opinión.
 

 
Todo es reducido y manejable en este primer disco de Vagabond. Para empezar son sólo ocho canciones repartidas en 28 minutos de música emocionante. Se trata de una producción sencilla, cómo se supone que corresponde a ese estilo indefinido que hemos dado en llamar ‘indie’, y que se enmarcad dentro de esa subcategoría que la crítica anglosajona describe como DIY, las siglas de ‘do it yourself’, Ya saben, hágalo usted mismo en español.
 
La líder de Vagabond ha tenido un socio fundamental en este álbum, tan representativo de la nueva escena neoyorquina. Se trata de Chris Daily, el coproductor. Además, Tamko ha tocado de todo, en especial las guitarras, es una interesante instrumentista que se desenvuelve bien con los arpegios suaves, pero no le tiene miedo a los ritmos potentes y la distorsión. Y también los sintetizadores, la batería el bajo.
 
Pero en este caso, la ‘jefa’ ha contado con la ayuda de algunos amigos muy competentes. Como el batería Casey Weissbuch, la cantautora Elise Okusami que aquí se ha dedicado a golpear algunos tambores, los bajistas Eva Lawitts y Dominick Anfiteatro
y unos cuantos coristas de excepción para apoyarla en las voces, Elaiza Santos, la cantante de Crying y la ya mencionada Greta Kline de Frankie Cosmos.
 
También canta Eric Littman, un colaborador habitual de Julie Byrne, aunque en este caso se trate de un sample de su voz que aparece en ‘Mal á L’aise‘, un tema curioso, indefinible y ensoñador que se ha convertido en mi canción favorita del álbum, por el momento y que, además, ‘roba’ algunas partes de un tema sin título compuesto por un tal Steve Sobs, que no es otro que el propio Littman que ha elegido este nombre para sus grabaciones y actuaciones en solitario.
 
‘Infinite Worlds’ es un disco muy original, en el que se mezclan los arpegios de guitarras suaves y algunas líneas melódicas con las que solemos tropezarnos en el folk, con acordes distorsionados y pasajes desenfrenados de baterías potentes y contundencia sonora que quizá puedan recordar a las cabalgadas de las legiones del ‘grunge’ en los años noventa.
 
Ni sobra ni falta nada, en realidad. Incluso se agradece que la duración sea más corta de lo habitual, porque se trata de una obra densa y exigente, que captura la atención y pide una concentración máxima para desvelarse en todo su esplendor. Pero la recompensa es casi inmediata. Y no se necesita ser aficionado a la música de vanguardia para disfrutarlo. Solo tener la mente abierta y estar dispuesto a probar sabores nuevos. Atrevánse y no lo lamentarán.

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